Este jueves, 20 de mayo, se celebró una nueva sesión online perteneciente a las jornadas técnicas de La Panera d’Asturies. En esta ocasión, contamos con la colaboración de Maite Sánchez Ballesta, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología (ICTAN) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Carlos Nuño, director técnico de COPAE.
Maite compartió sus conocimientos sobre conservación postcosecha de frutos, adquiridos durante años como investigadora en biotecnología y calidad posrecolección. A lo largo de la jornada se trataron los diferentes aspectos que influyen en la calidad de los productos frutícolas tras su recolección y se habló especialmente del arándano. Maite lleva meses investigando este fruto tan presente en Asturias y está pendiente de la concesión de un proyecto de investigación sobre la conservación del mismo.
El primer factor que se debe tener en cuenta para comercializar un producto frutícola son las exigencias de los consumidores. Según la investigadora, el aspecto es el primer elemento en el que el comprador se fija, primordial también para definir su calidad. Por tanto, los Productores deben ser muy cuidadosos con el tratamiento de sus productos después de su recolección, intentando que no pierdan firmeza y no se estropeen.
El segundo factor a tener en cuenta son las condiciones necesarias durante el proceso productivo, una vez realizada la cosecha, para que los frutos mantengan su calidad. En este aspecto, Maite señaló cómo la temperatura es uno de los parámetros más importantes. Las diferencias de durabilidad entre los frutos que han pasado por procesos de refrigeración eficaces y los que no, pueden ser enormes. El tiempo transcurrido entre la recolección y la primera refrigeración, el control en la temperatura y humedad relativa a la que se conservan los frutos posteriormente y las ausencias de cambios bruscos de condiciones influirán en una podredumbre más tardía, en un menor ablandamiento y en una menor deshidratación.
Otro aspecto importante para mantener la calidad de los productos es conseguir reducir la transpiración de los mismos. Cuanta más agua pierdan los frutos, menor peso tendrán y más rápidamente se deterioran. La transpiración también está fuertemente condicionada por las
temperaturas de conservación y marca mucho la firmeza del producto. Es fundamental, por tanto, controlar esta deshidratación para mantener el buen aspecto de la fruta.
Además de estos parámetros de conservación, Maite también incidió en la importancia de conocer la variedad de frutos con los que se está trabajando. Dependiendo de la variedad, los tiempos de durabilidad y la influencia de los factores antes mencionados varía. Por ello, tanto en las producciones de arándanos como en la de cualquier tipo de fruta, hay que saber qué variedades se están cultivando y cuáles son sus cualidades para tenerlas en cuenta a la hora de definir el tratamiento postcosecha que se les va a dar.
Los métodos de conservación son variados. Hay técnicas, por ejemplo, basadas en tratamientos con CO2. Aunque existen muchas investigaciones sobre el efecto de esta técnica en el arándano, en otro tipo de frutas se ha podido constatar su eficacia a la hora de alargar los tiempos de vida de los productos y de mantener su calidad. Para Maite el futuro en los tratamientos postcosecha están en este tipo de prácticas, que además no estarían reñidas con los etiquetados ecológicos.
Para cerrar la sesión los productores presentes en la misma pudieron preguntar a la investigadora sus inquietudes. Se trataron algunas peculiaridades de la producción frutícola en Asturias, por ejemplo, el caso de las plantaciones de arándanos en la región, bastante dispersas, lo que alarga el tiempo transcurrido hasta la refrigeración del producto.


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